Queer as Federico García Lorca
"Me dicen algo terrible de ti, Federico" decía José María. "¿Y qué dicen?" preguntaba Federico. "Que eres maricón". "Pues gracias a Dios..."
El pasado 3 de junio, tras la muerte del autor Edmund White (1940-2025), Édouard Louis compartió varias fotografías acompañadas de un emotivo mensaje de despedida, en el que lo describía como “un amigo increíble. Leal, generoso, bello y cariñoso.” También Leo Herrera, a través de su newsletter, recordó cómo, a los 21 años y recién mudado a San Francisco, asistió a un encuentro con el escritor -aún conserva la copia firmada de The Farewell Symphony-.
Ambas historias -cada una desde una cercanía diferente a White- me hicieron pensar en la cantidad de encuentros o anécdotas que se podían haber vivido con García Lorca si no lo hubieran asesinado. No precisamente conmigo, pues de haber estado vivo cuando nací, ya contaría los 91 años. Me pregunto, si de haber disfrutado de una vida longeva seguiría siendo el referente homosexual de la literatura en español que es hoy. ¿Habría paseado por los bares de Le Marais en París? ¿Entre sus amantes se encontrarían estrellas de Hollywood como Cary Grant? ¿Habría compartido tertulia con E.M. Forster, empujándole a publicar a tiempo su aclamada Maurice? ¿Se habría posicionado contra el gobierno de Franco o habría sido arrestado por la Ley de Vagos y Maleantes? Y como estas, infinitas preguntas a las que no podremos dar respuesta porque a Lorca lo mataron por rojo y maricón, de un disparo en el culo.
Quiero hablar de dos libros, que más allá del -acertado- acercamiento al poeta que nos ha ofrecido Ian Gibson a lo largo de los años, intentan alumbrar las sombras que envuelven la vida de Federico: su muerte y su vida amorosa.
En Las Muertes de Federico (Renacimiento, 2023), Manuel Bernal Romero narra, expone o ficciona hipotéticas historias relacionadas con la muerte del granaíno, dando cuerpo a rumores, suposiciones o verdades a medias que se han contado a lo largo de estos años de desaparición -no solo de alma, también de su cuerpo-. Los últimos días de su vida, el camino al paredón, la posibilidad de que hubiese conseguido huir y hubiese muerto en los años 50 en México y, la que me encogió el corazón, la simulada reacción epistolar de Juan Ramírez -el que se supone el último gran amor de Lorca y protagonista de los Sonetos del amor oscuro- al enterarse de su muerte.
“¡Ay, amor, cuánta oscuridad de pronto ahora! Ya no estás a mi vera. Voy a tu encuentro aunque sea en estas noches de desvarío. Iré para tenerte siempre, para recordar durante todos los días de mi vida el pulso de tus labios. Bésame amor, mientras me duermo.”
Y el tino de estas palabras, cálidas y que -para mí- tienen sentido si hubiesen sido escritas en la época y destinadas a quien estaban, van acompañadas de algunos sonetos de Lorca, dedicados al amante.
Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando
[…]
Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora, sin verte, su melancolía.
¡Qué intensidad! Leyendo este fragmento, esa supuesta despedida, pienso que ojalá alguien me enviara una carta para decirme: “¿Recuerdas, amor, cuando me cogías por la cintura y me hacías bailar al compás de esas canciones que solo tú sabías? Yo recuerdo tus labios en el pabellón de mi oreja, aún te noto.” Y quizás, persona desconocida, esas canciones las estaríamos bailando en el centro de Apolo, a un ritmo que no podría acompañar las palabras que dice. Ay, Federico, ¿habrías ido con Juan de la mano al Apolo? Que para aquel entonces era un parque de atracciones - y todavía, a veces, continúa siéndolo-.
Durante muchos años, tras su muerte, su familia se encargó de intentar tapar sus amoríos para no “manchar” la biografía del artista. En 1956, se publicó en Le Figaro Littéraire un malintencionado artículo de Schonberg hablando sobre la muerte del poeta, relacionada con su homosexualidad. Texto que se reprodujo poco después en la revista franquista La Estafeta Literaria. Fue Ian Gibson, su biógrafo por excelencia, el que expuso el tema, desde un punto de vista no moralizante o acusatorio, en su primera biografía; y quien, posteriormente, publicó em 2009 una obra monográfica titulada: “Caballo azul de mi locura”: Lorca y el mundo gay.
Entre la biografía, una crónica de la sociedad de principios de siglo XX y las revistas del cotilleo, se encuentra este libro de Pablo-Ignacio de Dalmases que crea un trazado por una posible biografía gay del dramaturgo. Me encanta el subtítulo del libro: Gozos y quebrantos sentimentales de Federico Garcia Lorca. Acompañaría cualquier posible biografía mía de un: gozos y quebrantos sentimentales.
Desde su adolescencia en Granada, pasando por la Residencia de Estudiantes en Madrid o sus viajes a Nueva York o Cuba, lugares a los que acudió -según el libro- huyendo de un -des-amor que había dejado en Madrid. Cómo siempre, aparecen más de lo que me gustaría el misógino Dalí o el homófobo Buñuel, pero desde una ironía casi satírica que me fascina.
“Cuando Federico intentó follar a Dalí en mayo de ese mismo año y éste se opuso, parece que encontró alivio con una complaciente compañera del pintor en la Real Academia de San Fernando sobre la que nos extenderemos más adelante. Según Alain Bosquet “trató en dos ocasiones de sodomizarle, pero no había ocurrido nada porque él, Dalí, no lo era (gay) y, encima “le dolía”. Lo que, dicho sea entre paréntesis, invita a pensar que si le dolía, era evidentemente porque Dalí había consentido que Federico intentara penetrarle…”
Un recorrido por los escarceos amorosos y los apegos sentimentales del autor, que junto con otros intelectuales acuñaron el término “epentismo” para referirse a la comunidad homosexual de la época. En palabras de Federico: “¡Somos la masonería epéntica!”
No sabremos mucho más de Lorca, de los pocos años que nos dejaron vivirlo. La mayoría de los que con él compartieron, ya tampoco están. Sí pienso en lo necesario que es que su biografía cuente con todo lo que formaba parte de su vida, y no tener que apelar a “la otra biografía”, como si hubiese un lado correcto, el real, y a lo lejos, el que habita las sombras. Si en el colegio, al hablarme del poeta, me hubiesen explicado que era maricón, igual los golpes hubiesen dolido menos. O no. Seguramente los habría amoratado igual. Pero, quizás, habría pensado que un futuro, otro gallo cantaría. Y como dice mi verso favorito de Poeta en Nueva York: Canta el gallo y su canto dura más que sus alas.
vinQlos.
«En el aire conmovido…». Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, CCCB. Barcelona, 2025.
Una exposición comisariada por el pensador Georges Didi-Huberman, a través de un verso del poema «Romance de luna, luna» con el que se inicia el Romancero gitano de García Lorca. Un recorrido que construye la idea del duende, expandiéndola de lo singular a lo colectivo. Entre ciencia y lírica, física y filosofía. No sé como definir este espacio creado por Didi-Huberman, solo sé que sentí muchísimas cosas, que incluso lloré de emoción -algo que no me resulta tan fácil en una exposición- y que estoy deseando volver. Se genera calma, cierta suspensión del tiempo. En el aire conmovido… con el corazón en un “ay” y los pasos lentos, cuidadosos, levitando el espacio para no quebrar el silencio.
En Madrid ya estuvo en el Museo Reina Sofía, pero estará en Barcelona hasta el 28 de septiembre, así que por favor: ¡id!
«La Romería de los Cornudos». La Capella. Barcelona, 2025.
En 1933, Lorca y Rivas Cheriff, crearon un ballet de título homónimo a la exposición, siendo la antesala a Yerma, donde la fertilidad es el tema principal. En esta investigación plástica, la artista María Alcaide pone como escenario el Parque Nacional de Doñana en el contexto de la romería de El Rocío, y su relación -negativa- con la masificación turística, la sobreexplotación de los recursos naturales o la industrialización.
Del espacio expositivo lo que más me despertó interés fue el documental central, en el que se basa toda la investigación plástica. Está en Barcelona hasta el 6 de julio y es un plan estupendo para pasar la tarde, ver el documental y estar fresquito en La Capella.
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Últimas lecturas.
Esta cuerpa mía, Uri Bleier (Alfaguara, 2025). ⭐ 4/5
Una novela con una marcada herencia de otras como Lovetown de Michał Witkowski (Anagrama, 2011), Las Malas de Camila Sosa Villada (Tusquets, 2020) o, incluso, Cuerpos para odiar de Claudia Rodríguez (Barrett, 2024).
La historia, ambientada en México, está dividida en dos partes: la primera casi como un roadtrip -físicamente pero también emocional-, acompañando la transición de la jovencísima protagonista. En la segunda, ya de vuelta en su ciudad natal, el libro nos habla de los intentos de supervivencia de Mónica, que así se bautizó, y sobre todo, de ser amada, en cuerpo y alma. Un cuerpo que ha sufrido mucho y un alma, que pese a los esfuerzos, aun sufre más. Me ha encantado, sobre todo, la oralidad de la historia. Está escrita como el personaje habla, tienes a Mónica delante de ti ya desde el inicio donde te dice: ¡Escucha! Te voy a contar mi historia.
Una niña hecha y derecha, Pia Edvardsen (Consonni, 2025). ⭐ 3,5/5
Si es doloroso que no te acepten, imagina cuando la que no se acepta eres tú misma. Esto es lo que le sucede a la protagonista del libro, lesbiana que es incapaz de asumir que le atraen las mujeres. La autora, que ha tenido experiencias cercanas con las terapias de conversión, construye la historia de esta mujer que se obliga a llevar una vida dentro de la norma, por el miedo a su propio deseo.
Un libro tristísimo, sobre todo al pensar cuántas personas se verán en esta situación, enjauladas en sí mismas y en su propia identidad, que no son capaces de tolerar.