Queer as ¡Qué les jodan!
El pasado 24 de junio de 2025 nos lanzaron piedras al grito de 'maricón'. El verano de 2005 corrí por todo mi pueblo huyendo de un grupo que intentaba atacarme al mismo grito.
Mañana, 28 de junio, se conmemora la primera revuelta de la comunidad LGTBIQ+ en contra de una redada policial en el Stonewall Inn, un bar de Nueva York. Actualmente, se celebra como el Día del Orgullo LGTBIQ+ llenando de banderas arcoíris tiendas de ropa, de muebles, de cosmética, de cualquier cosa es buena, bares, restaurantes, ayuntamientos, tazas, ceniceros, camisetas, llaveros, arcoíris en la televisión, arcoíris en la radio -si el sonido tuviera color-. La publicación de hoy iba a ir sobre el Pink Watching, que es la crítica que se hace a instituciones, negocios o gobiernos que aparentan apoyar los derechos LGTBIQ+ superficial o estratégicamente con fines comerciales o para encubrir políticas represivas, lo que se conoce como Pink Washing.
Iba a hacer especial mención a las prácticas de distracción que desarrolla el Estado genocida de Israel, utilizando la marca LGTBIQ+ para ocultar las políticas asesinas de su gobierno, a través del falso oasis que es Tel Aviv y su famoso orgullo internacional. Como dice el grupo activista Palestinian Queers for BDS:
“Nos negamos a permitir que nuestras sexualidades se utilicen para enmascarar la colonización, el apartheid y la ocupación. La liberación queer no puede darse a expensas de otras personas.”
Mediante una lista de libros con la portada rosa -usando el juego de palabras-, quería hablar de intereseccionalidad y la importancia de entender que las minorías deben operar juntas, de racialidad y migración, y de que feminismo y transexcluyente no pueden ir de la mano. De infancias queer, de poesía, de lesbianas que se aman en los años 50 y de Maricas y sus amigas entre revoluciones. Quería hablar de todo esto, pero el pasado 24 de junio un grupo de entre 15 y 20 adolescentes nos lanzaron piedras al grito de ‘maricón’, así que si me lo permitís, me gustaría cambiar el rumbo del texto.
Debían ser las dos y media de la madrugada. Cris, Edu y yo, bajábamos por Montjuïc después de celebrar en un restaurante la Revetlla de Sant Joan, con la alegría del inicio del verano y del reencuentro entre amigas. Decidimos cruzar por la conocida zona de cruising de la montaña, sin imaginarnos que de uno de los caminos emergerían un grupo de entre 15 o 20 adolescentes -no tenían más de 17 años-. Como una pesadilla enquistada en el tiempo, supe lo que iba a pasar. El miedo. Nos lanzaron petardos y, embriagados de la emoción cavernícola, los sustituyeron por piedras que volaban a nuestro alrededor al grito de ¡Maricón! Me vi con la cabeza ensangrentada siendo protagonista de otra historia en las crónicas de sucesos. Me vi con 15 años huyendo de una pandilla igual de grande en mi pueblo, que convirtió una guerra de globos de agua en una batalla campal contra el marica. Después de horas corriendo por las calles, encerrarme en un ascensor, esconderme en una frutería bajo las miradas compasivas clavadas como un yugo, deseando que no me viese nadie de mi familia: me pillaron. Bajando una escalera. Ahí está el maricón. Paré en seco, rendido. Los globos de agua explotaron en mi espalda. En la misma espalda que recibió el impacto de una piedra veinte años después. ¡Corred! Conseguimos salir a la carretera, a salvo, donde llamé por teléfono a la policía. La otra vez, en el verano de 2005, llegué a mi casa empapado y salí al balcón, directo a acabar con todo.
Pero sigo aquí. ¡Qué les jodan!
Seguimos aquí, a pesar de las cifras. Desde el Observatori contra la LGTBI-fòbia -donde se pueden denunciar incidencias y agresiones- registraron un total de 318 incidencias en 2024, y esto solo en Catalunya. Un 4,9% más que en 2023 y un 34,1% más que en 2022. Las agresiones físicas son el tipo de discriminación más registrada y el ámbito donde predominan es la calle.
Cuando llegué a casa sobre las tres y media de la madrugada, entre la perplejidad y la ansiedad, escribí esto:
He tenido miedo, el mismo miedo que tenía con 15 años al ir por las mañanas al colegio pensando qué será hoy. He vuelto a sentir el dolor de las piedras, las de ahora y las de entonces. Con 35 años he vuelto a ahogarme con la presión en el pecho de quien se ve acorralado por hombres que se creen superior a él, y con el derecho a destrozar su vida y su estima con un gesto. Una voz. Lo que más me duele es ver que en veinte años nada ha cambiado. Que yo no estoy seguro, pero tampoco lo está el niño de 13, o el de 20 que empieza a sentirse libre, o el de 50 que cree ya serlo. Es el mes del orgullo, este fin de semana izaremos banderas, pero qué dolor entender que está tan lejos la libertad.
Me jode profundamente que una publicación que debería hablar de libertad, de derechos, de ser y estar en un lugar tenga que estar manchada por esto. Por estos energúmenos. Darles ese lugar aquí. Pero estamos manchadas. De sangre, de barro, de cemento. Manchadas de daño, de los años que nos quitaron y de los que aún nos intentan quitar. Siento dolor, que no miedo. Y ante todo, nunca vergüenza. El día que decidí no tirarme por el balcón y acabar con mi vida, lo hice por las personas que tenía a mi alrededor. Muchas de las que, por suerte, todavía tengo. Elegí caminar con la cabeza alta, aunque a veces me siga cambiando de acera al cruzarme frente a un grupo de adolescentes. Que tiren piedras, que vengan a por mí -como dice la canción de María Peláe-, que aquí les espero. Siendo, sintiendo, vistiendo y pensando. No pudieron y no podrán, ni conmigo ni con todas.
Gracias por leerme. Nos vemos en las calles.
Última lectura.
Habitacions separades, Pier Vittorio Tondelli (Angle, 2025; 1989). ⭐ 5/5
Podéis encontrarla también en castellano publicada por Lumen. Un libro maravilloso, escrito a finales de los años 80, sobre el amor, la pérdida y el duelo.
“Res ni ningú pot mantenir a distància dues persones que es pertanyen i es busquen, fins i tot potser des de fa molt de temps i en la distància.”
La historia de Leo y Thomas se inicia como una comedia romántica, que evoluciona en tragedia. Como todos los amores -o casi-. Acompañamos al protagonista en las reflexiones sobre esta relación y el duelo por la pérdida del amado. La soledad y la madurez paseando por las calles de Florencia, Montreal o Munich. Gran recomendación para el verano, bien escrito y que engancha. Es un gusto que se rescaten estos autores desconocidos para nosotras.
“Ell sabia des de bon començament que l’altre mai no hauria pogut ser «tot». Per això parlava del seu amor com d’«habitacions separades». Ell vivia el seu contacte amb Thomas com si ell ja sabés que un dia o altre es deixarien. La separació era un ingredient essencial de la seva relació, un ingredient tan important com l‘atracció, l’apassionament, el desig sexual. Era una consciència que, si bé no impedia l’anbandó, el feia més humà.”