Queer as Tan jóvenes y la pena
Una sala gris. Una luz arriba. El centro pequeño. El centro cuadrado. Las butacas rojas. La gente entra. La gente habla. La gente mira. El coche abollado. No hay luz.
“[…] Los sentía muy similares a ella. No solo porque eran parte del público que escuchaba su música, estaba segura de ello, sino porque emanaban desencanto. El mismo desencanto que ella sentía por la vida, la misma apatía que tanto verbalizaba Tristán, la triste incertidumbre por el futuro que parecía esconder Argenis. Bruna: ¿Qué nos está pasando a todas?”
¿Qué nos está pasando a todas? Es una pregunta que me persigue de un tiempo a esta parte. Una sombra se ha instalado a vivir en nuestras casas y nos ha convertido en la generación de la pena. Y veo las manos fuertes tirando de la cuerda para salvarse, los esfuerzos y la risa como escudo. Pero también las miradas cansadas, la transparencia de unas pupilas buscando algo más allá. ¿El qué? Supongo que en ese intento de respuesta está el inicio de la oscuridad.
Esta generación -de estado civil: cansada- es protagonista de la novela de Millanes Rivas, el libro que comentamos la pasada semana en la primera sesión del nuevo ciclo del club de lectura.
Una historia que cabalga entre la narrativa y el teatro, la modernidad y la tradición, la ruptura y el regreso, el drama rural y la tragedia clásica. Tres partes. Tres protagonistas. Tristán, Bruna y Argenis, una trieja que viaja al pueblo natal del primero tras la accidental muerte de su padre. Cada uno de los capítulos viajará por el cuerpo de una de ellas para explicar su historia en este encuentro -o desencuentro- en un pequeño pueblo de Extremadura.
Tan jóvenes y la pena, en palabras del autor, es una propuesta escénica imposible de representar; así que el propio libro se materializa en escenario. Se entrevén los tejidos de la dramaturgia en unos diálogos construidos para ser verbalizados, en la estructura y en las entradas y salidas de personajes -que al leer te convierten en regidor-.
Una historia que tiene raíz, tierra y tradición pero también onirismo, fuego y modernidad. La sombra de la pena siempre presente. La pena sin llanto. La pena enquistada. ¿Qué nos está pasando a todas?
La página 31.
Sexilio y metronormatividad.
Cada sesión del club de lectura la inicio hablando sobre algún tema en el que el libro protagonista me haya hecho pensar, tenga o no relación directa. En este caso, con la idea de la vuelta al pueblo, me pareció interesante tratar el tema del sexilio. Un término que acuñó el sociólogo puertorriqueño Manolo Guzmán en 1997 para referirse a las diásporas y trayectorias migrantes relacionadas con la identidad sexual y de género de personas de Latinoamérica a Estados Unidos, aunque actualmente se utiliza para cualquier movimiento migratorio relacionado con el rechazo, discriminación o violencia hacia las personas del colectivo.
En España, este término cogió cierta relevancia a raíz de su inclusión en la Ley 4/2023 del 28 de febrero, más conocida como Ley Trans. Aparecía escrito por primera vez a nivel gubernamental y bajo la necesidad de desarrollar estudios estadísticos sobre estos movimientos para poder atacar el problema, haciendo especial énfasis peyorativo en las zonas rurales. Aquí es donde entra el otro término que exponía en el título: la metronormatividad. Este concepto se refiere a como la idea de la gran ciudad crea unas expectativas de liberación, teniendo como referencia unas vidas muy concretas que pasan a significar todas las demás y como de esta manera, se establece un baremo de lo que debería ser una vida LGTBIQA+ digna.
Bajo esta idea se proclama un “mundo rural” único, una especie de armario geográfico del que hay que salir, sin entender las verdaderas necesidades de los espacios ni de las personas que los habitan. Las críticas a la metronormatividad buscan dislocar esta focalización en los espacios metropolitanos y eliminar la ignorancia activa sobre ruralidades queer, con estudios y proyectos conocidos como el Festival Agrocuir de Ulloa o la propia existencia de artistas como Rodrigo Cuevas.
Todavía existen pocos estudios y por lo tanto no demasiada información, pero os recomiendo el libro Tú a Soria, yo a Barcelona de Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz (Egales, 2023), para una primera aproximación, y el artículo sobre post-metronormatividad de Abel P. Pazos.
vinQlos.
Romero recién cortao’, Juan Carlos Panduro (Letraversal, 2024). ⭐ 5/5
Que sí, que me encanta todo lo que hace Letraversal y no paro de recomendar sus libros. Pero este libro, del también extremeño Juan Carlos Panduro, tiene esa misma esencia costumbrista mezclada con modernidad de la obra de Millanes Rivas. En palabras de mi amigo Pau, al que le regalé el libro: “No es que tenga nada nuevo, pero menuda preciosidad”.
La Casa de Bernarda Alba, Federico García Lorca (1945). ⭐ 4,5/5
Tanto Juan Carlos Panduro como Millanes Rivas -y como lo hacemos casi todas las maricas españolas- beben de Lorca. Porque de Lorca hay que beber y homenajearle. ¿Que se le nombra en todos lados? Pues más deberíamos.
He escogido La Casa de Bernarda Alba tanto por sus personajes tocayos como por las escenas corales rodeadas de muerte, pero podría haber hablado también de Bodas de sangre y alguna de las escenas del libro donde las tres amantes se convierten en la Novia y Leonardo. El fuego, la luna y el reflejo de plata.
El Paracaidista, Ana Campoy (Las Afueras, 2024). ⭐ 4,5/5
Inesperado libro que llegó a mis manos, después de hacer el club de lectura, y que me ha encantado. Un drama rural durante la guerra civil, batallas familiares, secretos, una prosa versada o unos versos prosaicos. Oscura, dura y afilada. Plagada de violencia. Una novela que se lee en sombras y en blanco y negro. Si el libro de Campoy fuese una obra pictórica, pertenecería al tenebrismo, la máxima expresión del claroscuro.
El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962). ⭐ 4/5
Esta película da título al segundo episodio de Tan jóvenes y la pena. Sin desgranar el libro, entiendo que el autor le haya puesto ese título a la historia que narra, tanto por la simbología de poder como por el propio encierro. En el largometraje de Buñuel, los personajes entran y salen de encuadre enlazando diferentes conversaciones o pequeñas escenas, que la cámara va siguiendo. Esto mismo, dividido además en cuadros -como en el teatro- es lo que sucede en el capítulo de la novela que protagoniza Bruna.
El Cielo Rojo (Christian Petzold, 2023). ⭐ 4/5
De aquellos vínculos que se establecen y no sabes por qué.
Igual la historia poco tiene que ver, pero sí. Hay una idea de vuelta al hogar y de intentar un futuro, el fuego como protagonista, conocerse -o reconocerse-. Una película perfecta para un domingo por la tarde con una mantita, que ya ha llegado la hora de disfrutar de este momento.
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Esta Newsletter no tendría sentido sin el club de lectura Queer as Book. Así que para todas aquellas que estéis en Barcelona, ya podéis reservar la sesión de diciembre en la que comentaremos Love me tender de Constance Debré (Alpha Decay, 2024) en El Noa Noa Eixample.